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domingo, 9 de enero de 2022

¿Conoces la fecha de tu bautismo?


 Cuando iba a ser ordenado diácono, es decir el paso previo al presbiterado, a la ordenación sacerdotal, tras la formación en el seminario, dentro de la documentación a presentar estaba la partida de bautismo. Desde entonces me aprendí muy bien cuál era la fecha de mi incorporación a la Iglesia: el 22 de marzo, tres días después de mi nacimiento. Esa fecha no la olvido ni la voy a olvidar nunca. 

Hoy, en este domingo del bautismo del Señor, en que recordamos el inicio de su vida pública, un buen compromiso, sencillo para cualquiera, es recordar o saber cuál es el día del propio bautismo. Igual que sabemos cuándo nacimos y celebramos nuestro cumpleaños, es bueno saber cuándo hemos nacido a la vida de la fe, a la vida de la Iglesia y poderlo celebrar o recordar cada año. 

 Doy gracias al Señor, por el don de la fe recibida en mi familia. Luego ya personalizada, crecida y madurada a través del sacramento de la confirmación por supuesto, y posteriormente en el sacramento del orden sacerdotal, servicio y ministerio ejercido actualmente en la Iglesia.

 Somos bautizados y, por lo tanto llamados a ser cristianos. Recordemos que no todo bautizado es cristiano. Lo es quien decide seguir a Jesús. El resumen de todo esto se condensa en que deseamos que Jesucristo sea nuestro modelo de vida. Ojalá que quien nos conozca pudiera decir de nosotros que nos parecemos a Él. 

 Este día también buen momento para dar gracias a Dios, recordar y pedir por quienes fueron nuestros padrinos de bautismo. Por mi parte, mi abuelo paterno Julio y mi abuela materna Isabel. Ellos desde el cielo intercederán por mí. Asimismo, oportunidad ideal también para quien es padrino de algún niño, joven, o adulto. Recordarles  su compromiso de acompañar espiritualmente a esa persona porque la tarea del padrino o madrina no es para cuando falten los padres sino a la vez que ellos viven. Es un acompañamiento integral a realizar con frecuencia y en numerosas ocasiones.

 Otra tarea en esta fecha litúrgica hacemos confesión de nuestra fe en la Iglesia. Doy gracias al Señor por formar parte de la Iglesia, santa y pecadora. Esta comunidad eclesial de Canarias donde el Señor me ha puesto para ejercer mi tarea sacerdotal. Profeso las verdades doctrinales de la Iglesia, pero también sueño con una Iglesia diferente, sé que es posible otra Iglesia. Creer en ella, no quiere decir ser borreguitos, sino tener también sentido crítico. 

 Algo elemental a revisar es el discernimiento acerca del sacramento del bautismo. Me cuestiona y me preocupa mucho que la pastoral de la Iglesia en muchas ocasiones sea sacramental y no evangelizadora. 

 Admiro países como Francia, definido a sí mismo como un país laical, donde aumentan los bautismos de adultos. El futuro va por ahí. En medio de la sociedad actual, surgirán cada vez más adultos que pidan ser bautizados. ¡Genial, magnífico, por ellos soy capaz de dar la vida y lo mejor de mí mismo! 

 Cuando alguien, ni niño ni adolescente, pide ser incorporado a la Iglesia por el bautismo, ahí está expresando su compromiso de vivir al estilo de Jesús de Nazaret. Requiere todo nuestro apoyo al máximo. 

 Con todos los defectos de la Iglesia y todo aquello mejorable, le doy gracias al Señor por el don de la fe, las personas puestas en mi camino para seguir creciendo, mis formadores del seminario y tantos hombres y mujeres creyentes de buena voluntad de ayer y de hoy.

 Por mi parte, para huir de la queja y el lamento, mi compromiso con la Iglesia pasa por sentirme responsable de aquello que se me ha confiado. Y poner, en definitiva, poner alma, vida y corazón al servicio del Evangelio. 

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Julio Roldán