Comunión y culto eucarístico fuera de la misa
Introducción del ritual de la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la misa
21 de junio de 1973
Observaciones generales previas
I. RELACIONES ENTRE EL CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA Y LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
1. La celebración de la
Eucaristía es el Centro de toda la vida cristiana, tanto para la Iglesia
universal como para las asambleas locales de la misma Iglesia. Pues
"los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos
y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella
se ordenan. Pues en la sagrada Eucaristía se contiene todo el bien
espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y
pan vivo que, por su carne vivificada y que vivifica por el Espíritu
Santo, da vida a los hombres que de esta forma son invitados y
estimulados a ofrecerse a si mismos, sus trabajos y todas las cosas
creadas juntamente con él" (1).
2. Pero además "la celebración
de la Eucaristía en el sacrificio de la misa es realmente el origen y el
fin del culto que se le tributa fuera de la misa". (2)
Porque Cristo, el Señor, que "se inmola en el mismo sacrificio de la
misa cuando comienza a estar sacramentalmente presente como alimento
espiritual de los fieles bajo las especies de pan y vino", también "una
vez ofrecido el sacrificio, mientras la Eucaristía se conserva en las
iglesias y oratorios es verdaderamente el Emmanuel, es decir
"Dios-con-nosotros". Pues día y noche está en medio de nosotros, habita
con nosotros lleno de gracia y de verdad". (3)
3. Nadie debe
dudar "que los cristianos tributan a este Santísimo Sacramento, al
venerarlo, el culto de latría que se debe al Dios verdadero, según la
costumbre siempre aceptada en la Iglesia católica. Porque no debe dejar
de ser adorado por el hecho de haber sido instituido por Cristo, el
Señor, para ser comido" (4).
4. Para ordenar y promover
rectamente la piedad hacia el Santísimo Sacramento de la Eucaristía hay
que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud, tanto en la
celebración de la misa como en el culto de las sagradas especies, que se
conservan después de la misa para prolongar la gracia del sacrificio. (5)
II. FINALIDAD DE LA RESERVA DE LA EUCARISTÍA
5. El fin primero y primordial
de la reserva de las sagradas especies fuera de la misa es la
administración del viático; los fines secundarios son la distribución de
la comunión y la adoración de nuestro Señor Jesucristo presente en el
Sacramento. Pues la reserva de las especies sagradas para los enfermos
ha introducido la laudable costumbre de adorar este manjar del cielo
conservado en las iglesias. Este culto de adoración se basa en una razón
muy sólida y firme: sobre todo porque a la fe en la presencia real del
Señor le es connatural su manifestación externa y póblica. (6)
6. En la
celebración de la misa se iluminan gradualmente los modos principales
según los cuales Cristo se hace presente a su Iglesia: en primer lugar,
está presente en la asamblea de los fieles congregados en su nombre;
está presente también en su palabra, cuando se lee y explica en la
iglesia la Sagrada Escritura; presente también en la persona del
ministro; finalmente, sobre todo, está presente bajo las especies
eucarísticas. En este Sacramento, en efecto, de modo enteramente
singular, Cristo entero e íntegro, Dios y hombre, se halla presente
substancial y permanentemente. Esta presencia de Cristo bajo las
especies "se dice real, no por exclusión, como si las otras no fueran
reales, sino por excelencia". (7)
Así que, por
razón del signo, es más propio de la naturaleza de la celebración
sagrada que la presencia eucarística de Cristo, fruto de la
consagración, y que como tal debe aparecer en cuanto sea posible, no se
tenga ya desde el principio por la reserva de las especies sagradas en
el altar en que se celebra la misa. (8)
7. Renuévense
frecuentemente y consérvense en un copón o vaso sagrado las hostias
consagradas, en la cantidad suficiente para la comunión de los enfermos y
de otros fieles. (9)
8. Cuiden los
pastores de que, a no ser que obste una razón grave, las iglesias en
que, según las normas de Derecho, se guarda la santísima Eucaristía,
estén abiertas diariamente durante varias horas en el tiempo más
oportuno del día, para que los fieles puedan fácilmente orar ante el
santísimo Sacramento. (10)
III. EL LUGAR PARA LA RESERVA DE LA EUCARISTÍA
9. El lugar en que se guarda la santísima Eucaristía
sea verdaderamente destacado. Conviene que sea igualmente apto para la
adoración y oración privada, de modo que los fieles no dejen de venerar
al Señor presente en el Sacramento, aun con culto privado, y lo hagan
con facilidad y provecho.
Lo cual se conseguirá más fácilmente cuando el
sagrario se coloca en una capilla que esté separada de la nave central
del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran con frecuencia
matrimonios y funerales y en los lugares que son muy visitados, ya por
peregrinaciones, ya por razón de los tesoros de arte y de historia.
10. La sagrada Eucaristía se reservará en un sagrario
inamovible y sólido, no transparente, y cerrado de tal manera que se
evite al máximo el peligro de profanación. De ordinario en cada iglesia y
oratorio haya un solo sagrario, colocado en una parte de la iglesia u
oratorio verdaderamente noble, destacada, convenientemente adornada y
apropiada para la oración.
Quien cuida de la iglesia u
oratorio ha de proveer a que se guarde diligentísimamente la llave del
sagrario en que se reserva la santísima Eucaristía. (11)
11. La presencia de la santísima
Eucaristía en el sagrario indíquese por el conopeo o por otro medio
determinado por la autoridad competente.
Ante el sagrado en el que está reservada la sagrada
Eucaristía ha de lucir constantemente una lámpara especial, con la que
se indique y honre la presencia de Cristo.
Según la costumbre tradicional, y en la medida de lo posible, la lámpara ha de ser de aceite o de cera. (12)
IV. LO QUE CORRESPONDE A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
12. Corresponde a las
Conferencias Episcopales, al preparar los Rituales particulares según la
norma de la Constitución sobre la sagrada liturgia, (13)
acomodar este titulo del Ritual Romano a las necesidades de cada
región, y una vez aceptado por la Sede Apostólica, empléese en las
correspondientes regiones.
Por tanto será propio de las Conferencias Episcopales:
a) Considerar con detenimiento y prudencia qué
elementos procedentes de las tradiciones de los pueblos (si las hubiere)
se pueden retener o introducir, con tal que se acomoden al espíritu de
la sagrada liturgia; por tanto, es propio de las Conferencias
Episcopales proponer a la Sede Apostólica y, de acuerdo con ella,
introducir las acomodaciones que se estimen útiles o necesarias.
b) Preparar las versiones de los textos, de modo que
se acomoden verdaderamente al genio de cada idioma y a la índole de cada
cultura, añadiendo quizá otros textos, especialmente para el canto, con
las oportunas melodías.
CAPÍTULO I
LA SAGRADA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA
OBSERVACIONES PREVIAS
I. RELACIONES ENTRE LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA Y EL SACRIFICIO
13. La más perfecta
participación en la celebración eucarística es la comunión sacramental
recibida dentro de la misa. Esto resplandece con mayor claridad, por
razón del signo, cuando los fieles, después de la comunión del
sacerdote, reciben del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor. (14)
Por tanto, de ordinario, en cualquier
celebración eucarística conságrese para la comunión de los fieles pan
recientemente elaborado.
14. Hay que procurar que los fieles comulguen en la misma celebración eucarística.
Pero los sacerdotes no rehusen
administrar, incluso fuera de la misa, la sagrada comunión a los fieles
cuando lo piden con causa justa. (15)
Incluso conviene que quienes estén impedidos de asistir a la
celebración eucarística de la comunidad se alimenten asiduamente con la
eucaristía, para que así se sientan unidos no solamente al sacrificio
del Señor, sino también unidos a la comunidad y sostenidos por el amor
de los hermanos.
Los pastores de almas cuiden de
que los enfermos y ancianos tengan facilidades para recibir la
Eucaristía frecuentemente e incluso, a ser posible, lodos los días.,
sobre todo en el tiempo pascual, aunque no padezcan una enfermedad grave
ni estén amenazados por el peligro de muerte inminente. A los que no
puedan recibir la Eucaristía bajo la especie de pan, es lícito
administrársela bajo la especie de vino solo. (16)
15. Enséñese con
diligencia a los fieles que también cuando reciben la comunión fuera de
la celebración de la misa se unen íntimamente al sacrificio con el que
se perpetúa el sacrificio de la cruz y participan de aquel sagrado
convite en el que "por la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor el
pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueva
la nueva Alianza entre Dios y los hombres, sellada de una vez para
siempre con la sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la
esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre anunciando la
muerte del Señor "hasta que vuelva"". (17)
II. EN QUÉ TIEMPO SE HA DE ADMINISTRAR LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA
16. La sagrada comunión fuera de la misa se puede dar
en cualquier día y a cualquier hora. Conviene, sin embargo, determinar,
atendiendo a la utilidad de los fieles, las horas para distribuir la
sagrada comunión, para que se realice una sagrada celebración más plena
con mayor fruto espiritual de los fieles.
Sin embargo:
a) El Jueves Santo sólo puede distribuirse la sagrada
comunión dentro de la misa; pero a los enfermos se puede llevar la
comunión a cualquier hora del día.
b) El Viernes Santo únicamente puede distribuirse la
sagrada comunión durante la celebración de la Pasión del Señor; a los
enfermos que no pueden participar en esta celebración se puede llevar la
sagrada comunión a cualquier hora del día.
c) El Sábado Santo la sagrada comunión sólo puede darse como viático. (18)
III. EL MINISTRO DE LA SAGRADA COMUNIÓN
17. Pertenece ante todo al sacerdote y al diácono administrar la comunión a los fieles que la pidan. (19) Mucho conviene, pues, que a este ministerio de su orden dediquen todo el tiempo preciso, según la necesidad de los fieles.
También pertenece al acólito
debidamente instituido, en cuanto ministro extraordinario, distribuir la
sagrada comunión cuando faltan un presbítero o diácono, o estén
impedidos, sea por enfermedad, edad avanzada, o por algún ministerio
pastoral, o cuando el número de los fieles que se acercan a la sagrada
mesa es tan numeroso que se alargaría excesivamente la misa u otra
celebración. (20)
El Ordinario del
lugar puede conceder la facultad de distribuir la sagrada comunión a
otros ministros extraordinarios cuando sea necesario para la utilidad
pastoral de los fieles y no se disponga ni de sacerdote ni de diácono o
acólito. (21)
IV. EL LUGAR PARA DISTRIBUIR LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA
18. El lugar en que de ordinario se distribuye la
sagrada comunión fuera de la misa es la iglesia o un oratorio en que
habitualmente se celebra o reserva la Eucaristía, o la iglesia, oratorio
u otro lugar en que la comunidad se reúne habitualmente para celebrar
una asamblea litúrgica los domingos u otros días. Sin embargo, en otros
lugares, sin excluir las casas particulares, se puede dar la comunión,
cuando se trata de enfermos, cautivos y otros que sin peligro o grave
dificultad no pueden salir.
V. LO QUE SE HA DE OBSERVAR AL DISTRIBUIR LA SAGRADA COMUNIÓN
19. Cuando se administra la
sagrada comunión en la iglesia o en un oratorio, póngase el corporal
sobre el altar cubierto con un mantel; enciéndanse dos cirios como señal
de veneración y de banquete festivo; (22) utilícese la patena.
Pero, cuando la sagrada comunión se administra en
otros lugares, prepárese una mesa decente cubierta con un mantel;
ténganse también preparados los cirios.
20. El ministro de la sagrada comunión, si es
presbítero o diácono, vaya revestido de alba, o sobrepelliz sobre el
traje talar, y lleve estola.
Los otros ministros lleven o un vestido litúrgico,
quizá tradicional en la región, o un vestido que no desdiga de este
ministerio y que el Ordinario apruebe.
Para administrar la comunión fuera de la iglesia,
llévese la Eucaristía en una cajita u otro vaso cerrado, con la
vestidura y el modo apropiado a las circunstancias de cada lugar.
21. Al distribuir la sagrada comunión consérvese la
costumbre de depositar la partícula de pan consagrado en la lengua de
los que reciben la comunión, que se basa en el modo tradicional de
muchos siglos.
Sin embargo, las Conferencias
Episcopales pueden decretar, con la confirmación de la Sede Apostólica,
que en su jurisdicción se pueda distribuir también la sagrada comunión
depositando el pan consagrado en las manos de los lides, con tal que se
evite el peligro de faltar a la reverencia o se dé lugar a que surjan
entre los fieles ideas falsas sobre la santísima Eucaristía. (23)
Por lo demás,
conviene enseñar a los fieles que Jesucristo es el Señor y el Salvador y
que se le debe a él, presente bajo las especies sacramentales, el culto
de latría o adoración, propio de Dios. (24)
En ambos casos, la sagrada comunión
debe ser distribuida por el ministro competente, que muestre y entregue
al comulgante la partícula del pan consagrado, diciendo la fórmula: "El
Cuerpo de Cristo", a lo que cada fiel responde: "Amén."
En lo que toca a la distribución de la sagrada comunión bajo la especie de vino, síganse fielmente las normas litúrgicas. (25)
22. Si quedaran algunos fragmentos
después de la comunión, recójanse con reverencia y pónganse en el copón,
o échense en un vasito con agua.
Igualmente, si la comunión se administra bajo la
especie de vino, purifíquese con agua el cáliz o cualquier otro vaso
empleado para ese menester.
El agua utilizada en esas purificaciones, o bien se sume o se arroja en algún lugar conveniente.
VI. LAS DISPOSICIONES PARA RECIBIR LA SAGRADA COMUNIÓN
23. La Eucaristía, que continuamente hace presente
entre los hombres el misterio pascual de Cristo, es la fuente de toda
gracia y del perdón de los pecados. Sin embargo, los que desean recibir
el Cuerpo del Señor, para que perciban los frutos del sacramento pascual
tienen que acercarse a él con la conciencia limpia y con recta
disposición de espíritu.
Además, la Iglesia manda "que
nadie consciente de pecado mortal, por contrito que se crea, se acerque a
la sagrada Eucaristía sin que haya precedido la confesión sacramental" (26).
Pero cuando concurre un motivo grave y no hay oportunidad de
confesarse, haga un acto de perfecta contrición con el propósito de
confesar cuanto antes todos los pecados mortales, que al presente no
pueda confesar.
Pero los que diariamente o con frecuencia suelen
comulgar, conviene que con la oportuna periodicidad, según la condición
de cada cual, se acerquen al sacramento de la penitencia.
Por los demás, los fieles miren
también a la Eucaristía como remedio que nos libra de las culpas de
cada día y nos preserva de los pecados mortales; sepan también el modo
conveniente de aprovecharse de los ritos penitenciales de la liturgia,
en especial de la misa. (27)
24. Los que van a recibir el
Sacramento no lo hagan sin estar durante al menos una hora en ayunas de
alimentos y bebidas, a excepción del aria y de las medicinas.
El tiempo de ayuno eucarístico, o sea, la abstinencia
de alimento o bebida no alcohólica, se abrevia a un cuarto de hora
aproximadamente para:
1) Los enfermos que residen en hospitales o en sus domicilios, aunque no guarden cama.
2) Los fieles de edad avanzada, que por su ancianidad no salen de casa o están en asilos.
3) Los sacerdotes enfermos, aunque no guarden cama, o
de edad avanzada, lo mismo para celebrar misa que para recibir la
sagrada comunión.
4) Las personas que están al
cuidado de los enfermos o ancianos, y sus familiares que desean recibir
con ellos la sagrada comunión, siempre que sin incomodidad no puedan
guardar el ayuno de una hora. (28)
25. La unión con Cristo, a la que se
ordena el mismo Sacramento, ha de extenderse a toda la vida cristiana,
de modo que los fieles de Cristo, contemplando asiduamente en la fe el
don recibido, y guiados por el Espíritu Santo, vivan su vida ordinaria
en acción de gracias y produzcan frutos más abundantes de caridad.
Para que puedan continuar más
fácilmente en esta acción de gracias, que de un modo eminente se da a
Dios en la misa, se recomienda a los que han sido alimentados con la
sagrada comunión que permanezcan algún tiempo en oración (29).
CAPÍTULO III
VARIAS FORMAS DE CULTO A LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA
79. Se recomienda con empeño la devoción privada y
pública a la santísima Eucaristía, aun fuera de la misa, de acuerdo con
las normas establecidas por la autoridad competente, pues el sacrificio
eucarístico es la fuente y el punto culminante de toda la vida
cristiana.
En la organización de tan
piadosos y santos ejercicios, téngase en cuenta los tiempos litúrgicos,
de modo que vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo se
deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo. (30)
80. Los fieles, cuando veneran a
Cristo presente en el Sacramento, recuerdan que esta presencia proviene
del sacrificio y se ordena al mismo tiempo a la comunión sacramental y
espiritual.
Así, pues, la piedad que impulsa a los fieles a
adorar a la santa Eucaristía los lleva a participar más plenamente en el
misterio pascual y a responder con agradecimiento al don de aquel que
por medio de su humanidad infunde continuamente la vida en los miembros
de su Cuerpo. Permaneciendo ante Cristo, el Señor, disfrutan de su trato
intimo, le abren su corazón por sí mismos y por todos los suyos y
ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo con Cristo toda
su vida al Padre en el Espíritu Santo sacan de este trato admirable un
aumento de su fe, su esperanza y su caridad. Así fomentan las
disposiciones debidas que les permiten celebrar con la devoción
conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el pan que
nos ha dado el Padre.
Traten, pues, los fieles de
venerar a Cristo en el Sacramento de acuerdo con su propio modo de vida.
Y los pastores en este punto vayan delante con su ejemplo y exhórtenlos
con sus palabras. (31)
81. Acuérdense,
finalmente, de prolongar por medio de la oración ante Cristo, el Señor,
presente en el Sacramento, la unión con él conseguida en la comunión y
renovar la alianza que los impulsa a mantener en sus obras, costumbres y
en su vida la que han recibido en la celebración eucarística por la fe y
el Sacramento. Procurarán, pues, que su vida transcurra con alegría en
la fortaleza de este alimento del cielo, participando en la muerte y
resurrección de Señor. Así, cada uno procure hacer buenas obras, agradar
a Dios, trabajando por impregnar al mundo del espíritu cristiano y
también proponiéndose llegar a ser testigo de Cristo en todo momento en
medio de la sociedad humana. (32)
1. LA EXPOSICIÓN DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA
OBSERVACIONES PREVIAS
I. RELACIONES ENTRE LA EXPOSICIÓN Y LA MISA
82. La exposición de la santísima Eucaristía, sea en
el copón, sea en la custodia, lleva a los fieles a reconocer en ella la
maravillosa presencia de Cristo y les invita a la unión de corazón con
él, que culmina en la comunión sacramental. Así promueve adecuadamente
el culto en espíritu y en verdad que le es debido.
Hay que procurar que en tales
exposiciones el culto del Santísimo Sacramento manifieste, aun en los
signos externos, su relación con la misa. En el ornato y en el modo de
la exposición evítese cuidadosamente lo que pueda oscurecer el deseo de
Cristo, que instituyó la Eucaristía ante todo para que fuera nuestro
alimento, nuestro consuelo y nuestro remedio. (33)
83. Se prohibe la celebración de la
misa durante el tiempo en que está expuesto el Santísimo Sacramento en
la misma nave de la iglesia u oratorio.
Pues, aparte de las razones propuestas en el número
6, la celebración del misterio eucarístico incluye de una manera mis
perfecta aquella comunión interna a la que se pretende llevar a los
fieles con la exposición.
Si la exposición del Santísimo
Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse
durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una
capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en
adoración por lo menos algunos fieles. (34)
II. NORMAS QUE SE HAN DE OBSERVAR EN LA EXPOSICIÓN
84. Ante El Santísimo Sacramento, ya reservado en el
sagrario, ya expuesto para la adoración pública, sólo se hace
genuflexión sencilla.
85. Para la exposición del Santísimo Sacramento en la
custodiase encienden cuatro o seis cirios de los usuales en la misa, y
se emplea el incienso. Para la exposición en el copón enciéndanse por lo
menos dos cirios; se puede emplear el incienso.
Exposición prolongada
86. En las iglesias y oratorios en que se reserva la
Eucaristía, se recomienda cada año una exposición solemne del Santísimo
Sacramento, prolongada durante algún tiempo, aunque no sea estrictamente
continuado, a fin de que la comunidad local pueda meditar y adorar más
intensamente este misterio.
Pero esta exposición se hará solamente si se prevé una asistencia conveniente de fieles. (35)
87. En caso de
necesidad grave y general, el Ordinario del lugar puede ordenar preces
delante del Santísimo Sacramento, expuesto durante algún tiempo más
prolongado, y que debe hacerse en aquellas iglesias que son más
frecuentadas por los lieles. (36)
88. Donde, por falta de un número
conveniente de adoradores, no se puede tener la exposición sin
interrupción, está permitido reservar el Santísimo Sacramento en el
sagrario, en horas determinadas y dadas a conocer, pero no más de dos
veces al día; por ejemplo, a mediodía y por la noche.
Esta reserva puede hacerse de
modo más simple; el sacerdote o el diácono, revestido de alba (o de
sobrepelliz sobre traje talar) y de estola, después de una breve
adoración, hecha la oración con los fieles, devuelve el Santísimo
Sacramento al sagrario. De mismo nodo, a la hora señalada se hace de
nuevo la exposición. (37)
Exposición breve
89. Las exposiciones breves de Santísimo Sacramento
deben ordenarse de tal manera que, antes de la bendición con el
Santísimo Sacramento, se dedique un tiempo conveniente a la lectura de
la palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la Oración en
silencio prolongada durante algún tiempo.
Se prohibe la exposición tenida únicamente para dar la bendición. (38)
La adoración en las comunidades religiosas
90. A las comunidades religiosas y otras piadosas
asociaciones que, según las Constituciones o normas de su Instituto,
tienen la adoración perpetua o prolongada por largo tiempo, se las
recomienda con empeño que organicen esta piadosa costumbre según el
espíritu de la sagrada liturgia, de forma que, cuando la adoración ante
Cristo, el Señor, se tenga con participación de toda la comunidad, se
haga con sagradas lecturas, cánticos y algún tiempo en silencio, para
fomentar más eficazmente la vida espiritual de la comunidad. De esta
manera se promueve entre los miembros de la casa religiosa el espíritu
de unidad y fraternidad de que es signo y realización la Eucaristía y se
practica el culto debido al Sacramento de forma más noble.
También se ha de conservar aquella forma de
adoración, muy digna de alabanza, en que los miembros de la comunidad se
van turnando de uno en uno, o de dos en dos. Porque también de esta
forma, según las normas del Instituto aprobadas por la Iglesia, ellos
adoran y ruegan a Cristo, el Señor, en el Sacramento, en nombre de toda
la comunidad y de la Iglesia.
III. EL MINISTRO DE LA EXPOSICIÓN DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA
91. El ministro ordinario de la exposición del
Santísimo Sacramento es el sacerdote o el diácono, que al final de la
adoración, antes de reservar el Sacramento, bendice al pueblo con el
mismo Sacramento.
En ausencia del sacerdote o diácono, o legítimamente
impedidos, pueden exponer públicamente la santísima Eucaristía a la
adoración de los fieles y reservarla después, el acólito u otro ministro
extraordinario de la sagrada comunión, o algún otro autorizado por el
Ordinario del lugar.
Todos éstos pueden hacer la exposición abriendo el
sagrado, o también, si se juzga oportuno, poniendo el copón sobre el
altar, o poniendo la hostia en la custodia. Al final de la adoración
guardan el Sacramento en el sagrario. No les es licito, sin embargo, dar
la bendición con el Santísimo Sacramento.
92. El ministro, si es sacerdote o diácono, revístase
del alba (o la sobrepelliz sobre el traje talar) y de la estola de
color blanco.
Los otros ministros lleven o la vestidura litúrgica
tradicional en el país, o un vestido que no desdiga de este sagrado
ministerio y que el Ordinario apruebe.
Para dar la bendición al final de la adoración,
cuando la exposición se ha hecho con la custodia, el sacerdote y el
diácono pónganse además la capa pluvial y el velo humeral de color
blanco; pero si la bendición se da con el copón, basta con el velo
humeral.
2. LAS PROCESIONES EUCARÍSTICAS
101. El pueblo cristiano da testimonio público de fe y
piedad religiosa hacia el Santísimo Sacramento con las procesiones en
que se lleva la Eucaristía por las calles con solemnidad y con cantos,
Corresponde al Obispo diocesano
juzgar sobre la oportunidad, en las circunstancias actuales, acerca del
tiempo, lugar y organización de tales procesiones, para que se lleven a
cabo con dignidad y sin desdoro de la reverenda de debida a este
Santísimo Sacramento. (39)
102. Entre las procesiones
eucarísticas adquiere especial importancia y significación en la vida
pastoral de la parroquia o de la ciudad la que suele celebrarse todos
los años en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, o en
algún otro día más oportuno, Cercano a esta solemnidad. Conviene, pues,
que, donde las circunstancias actuales lo permitan y verdaderamente
pueda ser signo colectivo de fe y de adoración, se conserve esta
procesión de acuerdo con las normas del derecho.
Pero si se trata de grandes ciudades, y la necesidad
pastoral así lo aconseja, se puede, a juicio del Obispo diocesano,
organizar otras procesiones en las barriadas principales de la ciudad.
Pero donde no se pueda celebrar la procesión en la solemnidad del Cuerpo
y de la Sangre de Cristo, conviene que se tenga otra celebración
pública para toda la ciudad o para sus barriadas principales en la
iglesia catedral o en otros lugares oportunos.
103. Conviene que la procesión con el Santísimo
Sacramento se celebre a continuación de la misa, en la que se consagre
la hostia que se ha de trasladar en la procesión. Sin embargo, nada
impide que la procesión se haga después de la adoración pública y
prolongada que siga a la misa.
104. Las procesiones eucarísticas organícense según
los usos de la región, ya en lo que respeta al ornato de plazas y
calles, ya en lo que toca a la participación de los fieles. Durante el
recorrido, según lo aconseje la costumbre y el bien pastoral, pueden
hacerse algunas estaciones o paradas, aun con la bendición eucarística.
Sin embargo, los cantos y oraciones que se tengan ordénense a que todos
manifiesten su fe en Cristo y se entreguen solamente al Señor.
3. LOS CONGRESOS EUCARÍSTICOS
109. Los Congresos eucarísticos, que en los tiempos
modernos se han introducido en la vida de la Iglesia como peculiar
manifestación del culto eucarístico, se han de mirar como una statio, a
la cual alguna comunidad invita a toda la Iglesia local, o una Iglesia
local invita a otras Iglesias de la región o de la nación, o aun de todo
el mundo, para que todos juntos reconozcan más plenamente el misterio
de la Eucaristía bajo algún aspecto particular y lo veneren públicamente
con el vínculo de la caridad y de la unión.
Conviene que tales Congresos sean verdadero signo de
fe y caridad por la plena participación de la Iglesia local y por la
significativa aportación de las otras Iglesias.
110. Háganse los oportunos estudios, ya en la Iglesia
local ya en las otras Iglesias, sobre el lugar, temario y el programa
de actos del Congreso que se vaya a celebrar, para que se consideren las
verdaderas necesidades y se favorezca el progreso de los estudios
teológicos y el bien de la Iglesia local. Para este trabajo de
investigación búsquese el asesoramiento de los teólogos, escrituristas,
liturgistas y pastoralistas, sin olvidar a los versados en las ciencias
humanas.
111. Para preparar un Congreso se ha de hacer sobre todo:
a) Una catequesis más profunda y acomodada a la
cultura de los diversos grupos humanos acerca de la Eucaristía,
principalmente en cuanto constituye el misterio de Cristo viviente y
operante en la Iglesia.
b) Una participación más activa
en la sagrada liturgia, que fomente al mismo tiempo la escucha
religiosa de la palabra de Dios y el sentido fraterno de la comunidad. (40)
c) Una
investigación de las ayudas y la puesta en marcha de obras sociales para
la promoción humana y para la comunicación cristiana de bienes incluso
temporales, a ejemplo de la primitiva comunidad cristiana, (41)
para que el fermento evangélico se difunda desde la mesa eucarística
por todo el orbe como fuerza de edificación de la sociedad actual y
prenda de la futura. (42)
112. Criterios para organizar la celebración de un Congreso eucarístico: (43)
a) La celebración de la Eucaristía sea
verdaderamente el Centro y la culminación a la que se dirijan todos los
actos y los diversos ejercicios de piedad.
b) Las celebraciones de la palabra de Dios, las
sesiones catequéticas y otras reuniones públicas tiendan sobre todo a
que el tema propuesto se investigue con mayor profundidad, y se
propongan con mayor claridad los aspectos prácticos a fin de llevarlos a
efecto.
c) Concédase la oportunidad de tener ya las oraciones
comunes, ya la adoración prolongada, ante el Santísimo Sacramento
expuesto, en determinadas iglesias que se juzguen más a propósito para
este ejercicio de piedad.
d) En cuanto a organizar una procesión, en que se
traslade al Santísimo Sacramento con himnos y preces públicas por las
calles de la ciudad, guárdense las normas para las procesiones
eucarísticas, mirando a las condiciones sociales y religiosas del lugar
(cf. núms. 101- 104).
Notas
1. Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterarum ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, núm. 5. [Regresar]
2. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 3, e: AAS 59 (1967), p. 542. [Regresar]
3. Ibid., núm. 3, b: 1. c. p. 541; PABLO VI, Encíclica Mysterium fidei, prope finem: AAS 57 (1965), p. 771. [Regresar]
4. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium núm. 3, f: AAS 59 (1967), p. 543. [Regresar]
5. Cf. ibid., núm. 3, g: 1. c., p. 543. [Regresar]
6. Cf. ibid., núm. 49: 1. c., pp. 566- 567. [Regresar]
7. PABLO VI, Encíclica Mysterium fidei: AAS 57 (1965), p. 764; cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 9: AAS 59 (1967), p. 547. [Regresar]
8. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 55: AAS 59 (1967), pp. 568- 569. [Regresar]
9. Cf. Ordenación general del Misal Romana, núms. 285 y 292. [Regresar]
10. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 51: AAS 59 (1967), p. 567; Código de Derecho Canónico, can. 937. [Regresar]
11. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núms. 52- 53: AAS 59 (1967), pp. 567- 568; Código de Derecho Canónico, can. 938. [Regresar]
12. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 57: AAS 59 (1967), p. 569; Código de Derecho Canónico, can. 940. [Regresar]
13. Núm. 63, b. [Regresar]
14. Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núm., 55. [Regresar]
15. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 33, a: AAS 59 (1967), pp.559- 560. [Regresar]
16. Cf. ibid., núms. 40- 41: 1.c., pp. 562- 563. [Regresar]
17. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 3, a: AAS 59 (1967), pp. 541- 542. [Regresar]
18. Cf. Missale Romanum, edic. típica 1979: Misa vespertina de la Cena del Señor, p. 243; Celebración de la Pasión del Señor, p. 250, núm. 3; Sábado Santo, p. 265. [Regresar]
19. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 31: AAS 59 (1967), pp. 557- 558. [Regresar]
20. Cf. PABLO VI, Carta apostólica Ministerio quaedam, de 15 de agosto de 1972, núm. VI: AAS 64 (1972), p. 532. [Regresar]
21. Cf. Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Immensae caritatis, de 29 de enero de 1973, 1, I y II: AAS 65 (1973), pp. 265- 266. [Regresar]
22. Cf. Ordenación general del Misal Romano, núm. 269. [Regresar]
23. Cf. Sagrada Congregación para el Culto divino, Instrucción Memoriale Domini, de 29 de mayo de 1969: AAS 61 (1969), pp. 541- 545. [Regresar]
24. Cf. Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Immensae caritatis, de 29 de enero de 1973, núm. 4: AAS 65 (1973), p. 270. [Regresar]
25. Cf. Ordenación general del Misal Romano, núm. 242; Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción Sacramentali Communione, núm. 6, de 29 de junio de 1970: AAS 62 (1970), pp. 665- 666. [Regresar]
26. Cf. Concilio Tridentino, Sesión XIII, Decretum de Eucharistia, 7: OS 1646- 1647; ibid, Sesión XIV, Cananas de sacramenta Paenitentiae, 9: OS 1709; Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Normae pastorales circa absolutionem sacramentalem generali modo impertiendam, de 16 de junio de 1972, proemio y núm. VI: AAS 64 (1972), pp, 510 y 512. [Regresar]
27. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 35: AAS 59 (1967), p. 569. [Regresar]
28. Cf. Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Immensae caritatis de 29 de enero de 1973, núm. 3: AAS 65 (1973), p. 269. [Regresar]
29. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 38: AAS 59 (1967), p. 562. [Regresar]
30. Cf. ibid, núm., 58: 1. c. p. 569. [Regresar]
31. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 50: AAS 59 (1967), p. 567. [Regresar]
32. Cf. ibid., núm. 13: 1.c., p. 549. [Regresar]
33. Cf. ibid., núm. 60: 1.c., p. 570. [Regresar]
34. Cf. ibid, núm. 61: 1. c., pp. 570- 571. [Regresar]
35. Cf. ibid,, núm. 63: 1. c., p. 571. [Regresar]
36. Cf. ibid,, núm., 64: 1. c., p. 572. [Regresar]
37. Cf. ibid, núm. 65: 1. c., p. 572. [Regresar]
38. Cf. ibid., núm. 66: 1. c., p. 572. [Regresar]
39. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 59. AAS 59 (1967), p. 570. [Regresar]
40. Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núms. 41- 52; Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, núm. 26. [Regresar]
41. Cf. Hch 4, 32. [Regresar]
42. Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núm. 47; Decreto Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, núm. 15. [Regresar]
43. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, núm. 67 AAS 59 (1967), pp. 572- 573. [Regresar
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Julio Roldán