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jueves, 7 de junio de 2018

No dejes de leer "Alegraos y regocijaos"

Una llamada para todos

Hablar el lenguaje de la calle no ha sido fácil para los Papas a la hora de escribir. Sin embargo, el estilo de Francisco es cercano y fácilmente comprensible para todos. En este sentido, es una auténtica delicia leer la última exhortación apostólica del Papa “Alegraos y regocijaos”, sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Ciertamente, es un verdadero placer leer cada una de las páginas de este documento eclesial. En su lectura, descubres la hermosa y sencilla tarea de ser santos, meta al alcance de todos. Esta enseñanza no es nueva, forma parte de la tradición y magisterio de la Iglesia. Basta recordar el mensaje del Concilio Vaticano II quien habla de la llamada a la santidad de todos los cristianos.

Con el deseo de hacerte crecer en tu propio proceso personal y espiritual, comparto contigo las siguientes reflexiones, ojalá puedan servirte en el camino de tu propio seguimiento de Cristo. Sí que me gustaría que me hagas llegar tu propia reflexión, siempre es enriquecedor compartir.


Estructura

Son cinco capítulos, con distintos temas, todos complementarios entre ellos.
Capítulo 1º - Llamada a la santidad
Capítulo 2º.-  Sutiles enemigos de la santidad
Capítulo 3º.-  A la luz del Maestro. Las Bienaventuranzas.
Capítulo 4º .-  Algunas notas de la santidad en el mundo actual
Capítulo 5º .-  Combate, vigilancia y discernimiento.


Algunos números destacables

Capítulo 1

Nº 11.-  Se afirma que cada uno tiene su propio camino de santidad, cada creyente su estilo. Realmente es muy liberador ya que no se trata de imitar a nadie:
«Cada uno por su camino», dice el Concilio. Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él. Todos estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas existenciales de testimonio». De hecho, cuando el gran místico san Juan de la Cruz escribía su Cántico Espiritual, prefería evitar reglas fijas para todos y explicaba que sus versos estaban escritos para que cada uno los aproveche «según su modo». Porque la vida divina se comunica «a unos en una manera y a otros en otra”.

Nº 22.-  No entretenerse en detalles, entender al santo en el conjunto de su vida, entender la santidad en su totalidad:
“Para reconocer cuál es esa palabra que el Señor quiere decir a través de un santo, no conviene entretenerse en los detalles, porque allí también puede haber errores y caídas. No todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo y que resulta cuando uno logra componer el sentido de la totalidad de su persona.”

Nº 34.-  No tener miedo de apuntar más alto:
No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida «existe una sola tristeza, la de no ser santos».

Capítulo 2

 Nº 59.- Destaca el peligro de ser esclavos de normas y estructuras eclesiásticas y eclesiales. Recuerda que los preceptos de la Iglesia deben exigirse con moderación:
“Sin darnos cuenta, por pensar que todo depende del esfuerzo humano encauzado por normas y estructuras eclesiales, complicamos el Evangelio y nos volvemos esclavos de un esquema que deja pocos resquicios para que la gracia actúe. Santo Tomás de Aquino nos recordaba que los preceptos añadidos al Evangelio por la Iglesia deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los fieles», porque así «se convertiría nuestra religión en una esclavitud”.

Capítulo 4

 Nº 127.-  Ser positivos, agradecidos no demasiado complicados, tener por tanto un espíritu flexible:
“Su amor paterno nos invita: «Hijo, en cuanto te sea posible, cuida de ti mismo […]. No te prives de pasar un día feliz» (Si 14,11.14). Nos quiere positivos, agradecidos y no demasiado complicados: «En tiempo de prosperidad disfruta […]. Dios hizo a los humanos equilibrados, pero ellos se buscaron preocupaciones sin cuento» (Qo 7,14.29). En todo caso, hay que mantener un espíritu flexible, y hacer como san Pablo: «Yo he aprendido a bastarme con lo que tengo» (Flp 4,11). Es lo que vivía san Francisco de Asís, capaz de conmoverse de gratitud ante un pedazo de pan duro, o de alabar feliz a Dios solo por la brisa que acariciaba su rostro.”

Nº 137.- Un aviso importante: la costumbre seduce, ahí radica el peligro del inmovilismo. Personalmente, me parece un número que no tiene pérdida. Aquí lo tienes a continuación:…
“La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas «sean lo que son», o lo que algunos han decidido que sean. Pero dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado.

Capítulo 5

Nº 164.- Habla de la corrupción espiritual y advierte de quienes sienten que no tienen pecados graves pueden descuidarse y vivir una especie de atontamiento o adormecimiento:
“El camino de la santidad es una fuente de paz y de gozo que nos regala el Espíritu, pero al mismo tiempo requiere que estemos «con las lámparas encendidas» (Lc 12,35) y permanezcamos atentos: «Guardaos de toda clase de mal» (1 Ts 5,22). «Estad en vela» (Mt 24,42; cf. Mc 13,35). «No nos entreguemos al sueño» (1 Ts 5,6). Porque quienes sienten que no cometen faltas graves contra la Ley de Dios, pueden descuidarse en una especie de atontamiento o adormecimiento. Como no encuentran algo grave que reprocharse, no advierten esa tibieza que poco a poco se va apoderando de su vida espiritual y terminan desgastándose y corrompiéndose.”


Observaciones personales

1.- Dedica un capítulo entero a las bienaventuranzas, con lo cual está destacando la primacía de la Palabra, la Escritura, la identificación con el Maestro.
2.-  No habla ni profundiza en los medios espirituales para la santidad, los da por supuestos, con lo que indica la importancia de las actitudes que configuran la santidad de vida.
3.- Hay constantes referencias a “La alegría del Evangelio”, en continuidad con el Magisterio de Francisco y la Tradición de la Iglesia. Alegría, cambios… son palabras que orientan este documento.
 4.- En la introducción hay dos números uno en el que por una parte se dice “no a una existencia mediocre, aguada, licuada”  y por otro lado subraya la elección del Señor para ser santos
5.- El primer y último capítulo entenderlos en su contexto: la llamada a la santidad es un combate desde la vigilancia y desde el discernimiento y por lo tanto una invitación a no dormirse.
6.- Importante el apartado cuarto, en el que tras los peligros y la iluminación de la Palabra, se descubre y se vive en las manifestaciones del amor de Dios y al prójimo .
7.- Toda la llamada a la santidad se entiende desde una clave comunitaria, la importancia de los otros y apela a una huída de un falso espiritualismo. Llamada a la vivencia de la caridad, al servicio a los pobres…
8.- Habla de ejemplos de santidad cercanos, y por tanto la necesaria humildad para reconocerlos.Es una invitación a mirar más allá de nosotros mismos para aprender de los demás.
9.- Contempla un reconocimiento de la santidad fuera de la Iglesia católica, haciéndose eco de “Novo Millennio Ineunte” de San Juan Pablo II. Echo en falta que se podría haber desarrollado más este punto, pero por otra parte lo entiendo, puesto que esta exhortación apostólica se dirige a los cristianos.
10.- Crecer en los pequeños gestos: “Encontrar una manera más perfecta de vivir lo que ya hacemos” (nº17).
11.- La gracia del bautismo nos hace fructificar en caminos de santidad (nº 15)
12.- La identificación del cristiano es con Cristo y no con los santos.
13.- Advierte del peligro del subjetivismo, donde uno mismo se convierte en el centro de todo, y por otra parte la tentación de basar todo en el esfuerzo y la propia voluntad sin contar con Dios.
14.- Muy destacable el apartado sobre la alegría cristiana acompañada del sentido del humor (nº 126)
15.- Señala modos concretos de oración como la memoriosa (nº 153), recordando la cercanía del Señor en la propia vida desde una memoria agradecida. También la de intercesión (nº 154), trayendo a la mente y al corazón los nombres y rostros de quienes se encomiendan a nuestra plegaria.
16.- Remite a “La alegría del Evangelio”, referencia básica del Papa Francisco para entender las líneas pastorales de la Iglesia para las próximas décadas, y por otro lado una ayuda para profundizar en este camino de la santidad en comunión eclesial.
17.- Necesidad de audacia y fervor, motor de los cambios. Cuando observo que cuestan mucho los cambios, no solamente a los cristianos, sino también a los Obispos, me hace preguntarme si realmente hay audacia y fervor. En este sentido, aquí tenemos un gran reto.

Espero que toda esta reflexión te sirva como guía de lectura, la exhortación apostólica, puedes descargarla en esta misma página, o directamente desde aquí.


Agradezco puedas contactar conmigo para compartir tus conclusiones o cuanto te ha llamado la atención o aquello que vas a empezar a vivir ya desde ahora…

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Julio Roldán