En comunión con la Iglesia y el mundo actual, en este momento de Sínodo y pandemia, simplemente quisiera predicar en este día sobre tres elementos básicos del cuerpo humano.
En primer lugar: unos ojos abiertos, una mirada atenta. San Blas tuvo esa mirada atenta a los demás, primero como médico, para saber qué necesitaban, luego a los fieles cristianos en medio de la persecución romana. Mirada atenta a Dios por quien entrega la vida. Unos ojos abiertos permiten el encuentro con las personas, nadie pasa desapercibido.
Jesús no tenía prisa, no miraba el reloj para terminar rápido el encuentro. Qué bueno que miremos menos el reloj y miremos más a las personas. Así como Jesús, podemos estar al servicio de cada persona con quien nos encontramos, para escucharla.
Tú yo hoy estamos llamados a ser expertos en el arte del encuentro. en tomarnos tiempo para estar con el Señor y favorecer el encuentro entre nosotros.
- Oídos atentos
Oídos atentos para escuchar. Oímos mucho pero escuchamos menos. Quizá ese detalle de tener dos oídos y una boca debería ayudarnos a ser conscientes de la llamada a hablar menos y escuchar más.
¿Sabes lo importante que es escuchar con el corazón? Cuando escuchamos así. con el corazón, sucede que quien tenemos delante se siente acogido, no juzgado, libre para contar su propia experiencia de vida y su propio camino espiritual. Permitimos a las personas que se expresen, que caminen en la fe aun cuando tengan recorridos de vida difíciles, que contribuyan a la vida de la comunidad sin que se les pongan trabas, sin que sean rechazadas o juzgadas.
Hoy en este día de San Blas, el Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran. Escuchémonos.
- Pies en camino
Los pies nos ayudan a caminar, a avanzar. Una vez que hemos tenido esa mirada atenta para el encuentro, hemos escuchado con oídos atentos, llega el momento de elegir los caminos a recorrer, o con otra palabra discernir lo que debo hacer para estar en consonancia con lo que Dios quiere de mí.
Aunque para muchas personas les cueste entender esto, puedo afirmar que: quienes formamos parte de la Iglesia estamos viviendo un acontecimiento de gracia, un proceso de sanación guiado por el Espíritu. Recibimos una llamada a avanzar, a caminar, a vaciarnos, a liberarnos de lo que es mundano, y también de nuestras cerrazones y de nuestros modelos pastorales repetitivos; a interrogarnos sobre lo que Dios nos quiere decir en este tiempo y en qué dirección quiere orientarnos.
En San Blas, encontramos esa mirada atenta a Dios y a las personas, esa escucha atenta a quien tiene a su frente, ese discernimiento que le hace ver que Dios es tan importante para él, que no puede renegar de su fe.
- Ojos, oídos y pies para adorar al Señor
Hoy día, la Ermita de San Blas, es desde hace casi 20 años, Capilla de Adoración eucarística. Lugar privilegiado donde Jesús Eucaristía te mira y tú le miras, donde desde el silencio puedes escucharlo para luego poder escuchar a los demás, un espacio para el discernimiento, para saber qué orientación han de tener tus pasos en el futuro, desde la respuesta valiente a lo que el Señor quiere de ti.
En este día, el Señor quiere tocar corazones por intercesión de San Blas, quizá ya lo esté haciendo con el tuyo. Jesús Eucaristía busca adoradores con mirada atenta, oídos abiertos, pies de caminantes que avanzan hacia adelante apoyados en la fuerza del Espíritu Santo.
Las lecturas de hoy para este día de San Blas, nos recuerdan que para tener esa mirada de Dios, esa escucha evangélica y esas huellas peregrinas hacia la Casa del Padre es preciso morir a nosotros mismos, ser como el grano de trigo que muere para dar fruto abundante. Así, seremos conscientes que amar a Dios supone amar a los hermanos. Por eso, en sus manos ponemos nuestro interior para ser revitalizado y sanado en plenitud.
Concluyo: ojos, oídos, pies. Ojos para una mirada atenta, para el encuentro, oídos para la escucha, pasos para avanzar en el discernimiento. La intercesión de San Blas, nos haga contemplar, escuchar y discernir lo que Jesús nos manifiesta en la Eucaristía, alimento imprescindible, con alto contenido vitamínico, la mejor vacuna contra el virus del egoísmo. Salud plena para nosotros y nuestras familias.
Aquí me tienes, tú que me lees ahora, con mis ojos abiertos para el encuentro contigo, mis oídos atentos para escucharte, mis pies para avanzar juntos en la senda del Evangelio. Felicidades y mis mejores deseos de corazón.
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Julio Roldán