¿Cómo resumir estos días previos a la fecha
de hoy?
Durante
estos días, hemos tenido presentes varias ideas que resumo brevemente. Una
primera idea. La fiesta de la Divina Misericordia, pone como centro el amor de
Dios y el amor a la humanidad, nos hace ver a cada ser humano como algo único e
irrepetible, por lo tanto es una fiesta que nos mueve a la confianza. Otra
idea; para descubrir este amor de Dios es necesario antes contemplar y meditar
la Pasión del Señor, porque eso moverá nuestro corazón a la conversión. Y una
última idea, la misericordia es la que nos salva, no nos salvan los méritos
propios ni la colección de misas, rosarios o novenas…Sólo nos salva la
misericordia de Dios. Por tanto, el amor de Dios Padre lo descubrimos en la
entrega del Hijo Jesús en la pasión y muerte y finalmente, la misericordia del
Señor es un don divino que se nos regala gratuitamente, todo ello centrado en
la confianza divina, Jesús, en ti confío.
¿De dónde viene esta fiesta?
La fiesta de la Divina Misericordia es una
fiesta instituida por San Juan Pablo II, coincidiendo con el segundo domingo de
Pascua, siguiendo los escritos de la vida de santa Faustina. La finalidad de
este domingo aparece en el decreto Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos 5 mayo 2000, donde se nos dice: "En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo
que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera
especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de
manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres. Acogiendo pues
tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el
Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la
denominación "o de la Divina Misericordia"
¿Cómo entender este mensaje
en plenitud, como enriquecernos de él?
Para entender mejor lo que supone la
Divina Misericordia y no remitirnos únicamente a los escritos de santa Faustina,
pues limitaríamos nuestro conocimiento de la misericordia del Señor, tenemos
que ir a las fuentes de la Escritura o Palabra de Dios, además de leer la encíciclica de Juan Pablo II, “Rico en
misericordia” que nos remite a la misma vida de Jesús, su predicación y su
relación con la humanidad.
La
Iglesia hoy también habla de la misericordia a través de su magisterio y la
enseñanza de los Papas. El actual Papa, con motivo del año de la misericordia,
celebrado hace ahora casi dos años, “El rostro de la misericordia” donde se nos
dice que “la misericordia es la viga maestra sobre la que se asienta hoy la
vida de la Iglesia”. También un deseo importante, “ que nuestras parroquias y
comunidades cristianas sean auténticas islas de misericordia para cuantos
acudan a ellas”. Es decir, las enseñanzas de los santos son simplemente el dedo
que nos señala la luna, en este caso, nos invitan a mirar al Señor, ellos no
son ningún fin, son un instrumento elegido por el Señor.
El evangelio de este domingo
Comento el evangelio de hoy, haciéndome eco de las
Palabras del Papa durante esta mañana, hace unas horas. En el Evangelio de hoy
aparece varias veces el verbo ver:
«Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,20); luego, dijeron a Tomás: «Hemos
visto al Señor» (v. 25). Pero el Evangelio no describe al Resucitado ni cómo lo vieron; solo hace notar un detalle:
«Les enseñó las manos y el costado» (v. 20). Es como si quisiera decirnos que
los discípulos reconocieron a Jesús de ese modo: a través de sus llagas. Lo
mismo sucedió a Tomás; también él quería ver «en sus manos la señal de los clavos»
(v. 25) y después de haber
visto creyó (v. 27).
A pesar de su incredulidad, debemos agradecer a Tomás que
no se conformara con escuchar a los demás decir que Jesús estaba vivo, ni
tampoco con verlo en carne y hueso, sino que quiso ver en profundidad, tocar sus
heridas, los signos de su amor. En él nos vemos reflejado, porque tampoco para
nosotros es suficiente saber que Dios existe; no nos llena la vida un Dios
resucitado pero lejano; no nos atrae un Dios distante, por más que sea justo y
santo. No, tenemos también la necesidad de “ver a Dios”, de palpar que él
resucitó, resucitó por nosotros.
¿Cómo podemos ver al Señor resucitado?
Como los discípulos, a través de sus
llagas. Al mirarlas, ellos comprendieron que su amor no era una farsa y que los
perdonaba, a pesar de que estuviera entre ellos quien lo renegó y quien lo
abandonó. Entrar en sus llagas es contemplar el amor inmenso que brota de su
corazón. Este es el camino. Es entender que su corazón palpita por mí, por ti,
por cada uno de nosotros.
¿Cómo saborear este amor, cómo tocar hoy con la mano la
misericordia de Jesús? Nos lo sugiere el Evangelio, cuando pone en evidencia que
la misma noche de Pascua (cf. v. 19), lo primero que hizo Jesús apenas
resucitado fue dar el Espíritu para perdonar
los pecados. Para experimentar el amor hay que pasar por allí: dejarse
perdonar. Dejarse perdonar. Me pregunto a mí, y a cada uno de vosotros: ¿Me
dejo perdonar?
Dejarse perdonar es acoger el perdón
del Señor, y con él el saber perdonarme a mí mismo. Cuántas veces me encuentro
con cristianos que viven apesadumbrados aun hoy por pecados ya confesados de su
vida pasada pero que no han sabido perdonarse a sí mismos.
Retos de futuro
Cuidar el lenguaje sobre cómo anunciamos el Evangelio y el
amor de Dios, la imagen de un Dios castigador ha alejado a muchas personas de
la vida de la Iglesia…
Tomamos como referencia la Carta apostólica Misericordia et misera Papa Francisco del 20 noviembre
2016, al finalizar el año de la Misericordia
·
Ahora,
concluido este Jubileo, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo
seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo la riqueza de la
misericordia divina. Nuestras comunidades continuarán con vitalidad y dinamismo
la obra de la nueva evangelización en la medida en que la «conversión pastoral»[3], que
estamos llamados a vivir, se plasme cada día, gracias a la fuerza renovadora de
la misericordia. No limitemos su acción; no hagamos entristecer al Espíritu,
que siempre indica nuevos senderos para recorrer y llevar a todos el Evangelio
que salva.
· Celebración de la misericordia en la eucaristía,
los sacramentos, la Biblia.
· Sería
oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su
compromiso en favor de la difusión, el conocimiento y la profundización de la
Sagrada Escritura: un domingo dedicado
enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que
proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo. Habría que enriquecer
ese momento con iniciativas creativas, que animen a los creyentes a ser
instrumentos vivos de la transmisión de la Palabra. Ciertamente, entre esas
iniciativas tendrá que estar la difusión más amplia de la lectio divina, para que, a
través de la lectura orante del texto sagrado, la vida espiritual se fortalezca
y crezca.
La lectio divina sobre los temas de la misericordia
permitirá comprobar cuánta riqueza hay en el texto sagrado, que leído a la luz
de la entera tradición espiritual de la Iglesia, desembocará necesariamente en
gestos y obras concretas de caridad.
·
La
celebración de la misericordia tiene lugar de modo especial en el Sacramento de la Reconciliación.
El Sacramento de la Reconciliación necesita
volver a encontrar su puesto central en la vida cristiana; por esto se requieren sacerdotes que pongan su
vida al servicio del «ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18), para
que a nadie que se haya arrepentido sinceramente se le impida acceder al amor
del Padre, que espera su retorno, y a todos se les ofrezca la posibilidad de
experimentar la fuerza liberadora del perdón.
·
Es el
momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas
iniciativas nuevas, fruto de la gracia. La Iglesia necesita anunciar hoy esos
«muchos otros signos» que Jesús realizó y que «no están escritos» (Jn 20,30), de modo que sean expresión
elocuente de la fecundidad del amor de Cristo y de la comunidad que vive de él.
Han pasado más de dos mil años y, sin embargo, las obras de misericordia siguen
haciendo visible la bondad de Dios.
· Estamos llamados
a hacer que crezca una cultura
de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los
demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la
mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos.
Otras intenciones en este domingo
Juntamente
con la fiesta de la Divina Misericordia, tenemos presentes otras dos
intenciones. Por una parte, las Iglesias Orientales hoy celebran según su
calendario la Solemnidad de Pascua. Por eso pedimos, como hoy la ha hecho el
Papa: "El Señor resucitado los llene
de luz y de paz, y consuele a las comunidades que viven en
situaciones particularmente difíciles.
Por otra parte , Día
Internacional del Pueblo Gitano. Paz y hermandad a los miembros de
estos antiguos pueblos", esta jornada favorezca la cultura del encuentro, con la voluntad de conocerse y respetarse recíprocamente.
A modo de conclusión
Damos
gracias al Señor por su infinita misericordia, porque a través de su pasión y
muerte, está vivo y resucitado entre nosotros para acercarnos al gozo y la
valentía de su presencia. Que Él mueva nuestros corazones a la confianza
auténtica. Pedimos un corazón inquieto que se preocupe de estar al día en el
sentir de la Iglesia, acercándonos más a las enseñanzas de la Iglesia, además
sobre todo de un acercamiento mayor a la Palabra de Dios. Que descubramos al
Señor resucitado a través de sus llagas, a través del perdón y la misericordia,
dejándonos perdonar. Que el Espíritu Santo nos dé creatividad y apertura a lo
nuevo para una vivencia mayor de la misericordia que se manifieste más que en
nuestros rezos y novenas, en la vida diaria, en la puesta en práctica de las
obras de misericordia corporales y espirituales.
·
“María, Madre de Dios , vuelve tu mirada hacia
nosotros. Eres la primera en abrir camino y nos acompañas al dar testimonio del
amor. Tú, Madre de Misericordia, acoges a todos bajo la protección de tu manto.
Confiamos en tu ayuda materna y seguimos tu constante indicación de volver los
ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios.”
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Julio Roldán