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jueves, 12 de abril de 2018

Homilía Domingo Divina Misericordia 8 abril 2018

        ¿Cómo resumir estos días previos a la fecha de hoy? 

        Durante estos días, hemos tenido presentes varias ideas que resumo brevemente. Una primera idea. La fiesta de la Divina Misericordia, pone como centro el amor de Dios y el amor a la humanidad, nos hace ver a cada ser humano como algo único e irrepetible, por lo tanto es una fiesta que nos mueve a la confianza. Otra idea; para descubrir este amor de Dios es necesario antes contemplar y meditar la Pasión del Señor, porque eso moverá nuestro corazón a la conversión. Y una última idea, la misericordia es la que nos salva, no nos salvan los méritos propios ni la colección de misas, rosarios o novenas…Sólo nos salva la misericordia de Dios. Por tanto, el amor de Dios Padre lo descubrimos en la entrega del Hijo Jesús en la pasión y muerte y finalmente, la misericordia del Señor es un don divino que se nos regala gratuitamente, todo ello centrado en la confianza divina, Jesús, en ti confío.

        ¿De dónde viene esta fiesta? 

         La fiesta de la Divina Misericordia es una fiesta instituida por San Juan Pablo II, coincidiendo con el segundo domingo de Pascua, siguiendo los escritos de la vida de santa Faustina. La finalidad de este domingo aparece en el decreto Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos 5 mayo 2000, donde se nos dice: "En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres. Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia"

         ¿Cómo entender este mensaje en plenitud, como enriquecernos de él? 

         Para entender mejor lo que supone la Divina Misericordia y no remitirnos únicamente a los escritos de santa Faustina, pues limitaríamos nuestro conocimiento de la misericordia del Señor, tenemos que ir a las fuentes de la Escritura o Palabra de Dios, además de  leer la encíciclica de Juan Pablo II, “Rico en misericordia” que nos remite a la misma vida de Jesús, su predicación y su relación con la humanidad.

         La Iglesia hoy también habla de la misericordia a través de su magisterio y la enseñanza de los Papas. El actual Papa, con motivo del año de la misericordia, celebrado hace ahora casi dos años, “El rostro de la misericordia” donde se nos dice que “la misericordia es la viga maestra sobre la que se asienta hoy la vida de la Iglesia”. También un deseo importante, “ que nuestras parroquias y comunidades cristianas sean auténticas islas de misericordia para cuantos acudan a ellas”. Es decir, las enseñanzas de los santos son simplemente el dedo que nos señala la luna, en este caso, nos invitan a mirar al Señor, ellos no son ningún fin, son un instrumento elegido por el Señor.

          El evangelio de este domingo

         Comento el evangelio de hoy, haciéndome eco de las Palabras del Papa durante esta mañana, hace unas horas. En el Evangelio de hoy aparece varias veces el verbo ver: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,20); luego, dijeron a Tomás: «Hemos visto al Señor» (v. 25). Pero el Evangelio no describe al Resucitado ni cómo lo vieron; solo hace notar un detalle: «Les enseñó las manos y el costado» (v. 20). Es como si quisiera decirnos que los discípulos reconocieron a Jesús de ese modo: a través de sus llagas. Lo mismo sucedió a Tomás; también él quería ver «en sus manos la señal de los clavos» (v. 25) y después de haber visto creyó (v. 27).

           A pesar de su incredulidad, debemos agradecer a Tomás que no se conformara con escuchar a los demás decir que Jesús estaba vivo, ni tampoco con verlo en carne y hueso, sino que quiso ver en profundidad, tocar sus heridas, los signos de su amor. En él nos vemos reflejado, porque tampoco para nosotros es suficiente saber que Dios existe; no nos llena la vida un Dios resucitado pero lejano; no nos atrae un Dios distante, por más que sea justo y santo. No, tenemos también la necesidad de “ver a Dios”, de palpar que él resucitó, resucitó por nosotros.

          ¿Cómo podemos ver al Señor resucitado? 
         Como los discípulos, a través de sus llagas. Al mirarlas, ellos comprendieron que su amor no era una farsa y que los perdonaba, a pesar de que estuviera entre ellos quien lo renegó y quien lo abandonó. Entrar en sus llagas es contemplar el amor inmenso que brota de su corazón. Este es el camino. Es entender que su corazón palpita por mí, por ti, por cada uno de nosotros.  
¿Cómo saborear este amor, cómo tocar hoy con la mano la misericordia de Jesús? Nos lo sugiere el Evangelio, cuando pone en evidencia que la misma noche de Pascua (cf. v. 19), lo primero que hizo Jesús apenas resucitado fue dar el Espíritu para perdonar los pecados. Para experimentar el amor hay que pasar por allí: dejarse perdonar. Dejarse perdonar. Me pregunto a mí, y a cada uno de vosotros: ¿Me dejo perdonar?
      Dejarse perdonar es acoger el perdón del Señor, y con él el saber perdonarme a mí mismo. Cuántas veces me encuentro con cristianos que viven apesadumbrados aun hoy por pecados ya confesados de su vida pasada pero que no han sabido perdonarse a sí mismos.

        Retos de futuro 

       Cuidar el lenguaje sobre cómo anunciamos el Evangelio y el amor de Dios, la imagen de un Dios castigador ha alejado a muchas personas de la vida de la Iglesia… 

      Tomamos como referencia la Carta apostólica  Misericordia et misera Papa Francisco del 20 noviembre 2016, al finalizar el año de la Misericordia
·         Ahora, concluido este Jubileo, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo la riqueza de la misericordia divina. Nuestras comunidades continuarán con vitalidad y dinamismo la obra de la nueva evangelización en la medida en que la «conversión pastoral»[3], que estamos llamados a vivir, se plasme cada día, gracias a la fuerza renovadora de la misericordia. No limitemos su acción; no hagamos entristecer al Espíritu, que siempre indica nuevos senderos para recorrer y llevar a todos el Evangelio que salva.

·                  Celebración de la misericordia en la eucaristía, los sacramentos, la Biblia.

·                  Sería oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, el conocimiento y la profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo. Habría que enriquecer ese momento con iniciativas creativas, que animen a los creyentes a ser instrumentos vivos de la transmisión de la Palabra. Ciertamente, entre esas iniciativas tendrá que estar la difusión más amplia de la lectio divina, para que, a través de la lectura orante del texto sagrado, la vida espiritual se fortalezca y crezca.
La lectio divina sobre los temas de la misericordia permitirá comprobar cuánta riqueza hay en el texto sagrado, que leído a la luz de la entera tradición espiritual de la Iglesia, desembocará necesariamente en gestos y obras concretas de caridad.

·         La celebración de la misericordia tiene lugar de modo especial en el Sacramento de la Reconciliación.

El Sacramento de la Reconciliación necesita volver a encontrar su puesto central en la vida cristiana; por esto se requieren sacerdotes que pongan su vida al servicio del «ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18), para que a nadie que se haya arrepentido sinceramente se le impida acceder al amor del Padre, que espera su retorno, y a todos se les ofrezca la posibilidad de experimentar la fuerza liberadora del perdón.

·         Es el momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas nuevas, fruto de la gracia. La Iglesia necesita anunciar hoy esos «muchos otros signos» que Jesús realizó y que «no están escritos» (Jn 20,30), de modo que sean expresión elocuente de la fecundidad del amor de Cristo y de la comunidad que vive de él. Han pasado más de dos mil años y, sin embargo, las obras de misericordia siguen haciendo visible la bondad de Dios.

·        Estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos.

Otras intenciones en este domingo 

Juntamente con la fiesta de la Divina Misericordia, tenemos presentes otras dos intenciones. Por una parte, las Iglesias Orientales hoy celebran según su calendario la Solemnidad de Pascua. Por eso pedimos, como hoy la ha hecho el Papa: "El Señor resucitado los llene de luz y de paz, y consuele a las comunidades que viven en situaciones particularmente difíciles. 

Por otra parte , Día Internacional del Pueblo Gitano. Paz y hermandad a los miembros de estos antiguos pueblos", esta jornada favorezca la cultura del encuentro, con la voluntad de conocerse y respetarse recíprocamente.

A modo de conclusión

Damos gracias al Señor por su infinita misericordia, porque a través de su pasión y muerte, está vivo y resucitado entre nosotros para acercarnos al gozo y la valentía de su presencia. Que Él mueva nuestros corazones a la confianza auténtica. Pedimos un corazón inquieto que se preocupe de estar al día en el sentir de la Iglesia, acercándonos más a las enseñanzas de la Iglesia, además sobre todo de un acercamiento mayor a la Palabra de Dios. Que descubramos al Señor resucitado a través de sus llagas, a través del perdón y la misericordia, dejándonos perdonar. Que el Espíritu Santo nos dé creatividad y apertura a lo nuevo para una vivencia mayor de la misericordia que se manifieste más que en nuestros rezos y novenas, en la vida diaria, en la puesta en práctica de las obras de misericordia corporales y espirituales.

·         “María, Madre de Dios , vuelve tu mirada hacia nosotros. Eres la primera en abrir camino y nos acompañas al dar testimonio del amor. Tú, Madre de Misericordia, acoges a todos bajo la protección de tu manto. Confiamos en tu ayuda materna y seguimos tu constante indicación de volver los ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios.”



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Julio Roldán