Parroquia de Santo Domingo, sábado 16 de mayo a las 6 de la tarde.
Mi primera eucaristía con fieles, después de dos meses. Impresiones y sentimientos plasmados a continuación en estas líneas.
Por una parte, la
alegría de poder celebrar públicamente. Me importa poco el número
de personas con quienes me voy a encontrar. Lo fundamental es que ya
hay fieles. Por otro lado, cierta inquietud por cumplir bien las
normas con el fin de crear confianza en todos. Prevalece en mí sobre todo la alegría.
Llegado al templo,
paso por el sagrario. Me detengo unos minutos. Instante de gran
emoción. Ya revestido, antes de empezar, yo con mascarilla y guantes
doy la bienvenida a cuantos llegan. Más o menos sé quiénes son,
aunque no siempre puedo identificar quiénes son todos los
asistentes. La mascarilla parece ocultar parte de nuestra identidad.
Ahora no es posible contemplar una sonrisa, pero por la expresión de
los ojos sí puedo detectar algo del estado de ánimo. En
general, buen ambiente y normalidad.
Ante unas veinte
personas celebro la eucaristía, cada una en bancos distintos.
Monitor y lector con mascarilla en la celebración. El evangelio y la
homilía desde la sede. El gesto de la paz invitación a un gesto y
mirada hacia los demás. La eucaristía celebrada normalmente,
excepto la comunión con mascarilla. El empleo del gel
hidroalcohólico en el lavatorio de manos, antes y después de la
comunión.
Al final, despido a
la gente, y agradezco su presencia, a distancia. Entiendo estas
normas como provisionales. Cuando todo vuelva a la “nueva
normalidad”, tendremos que cuidar la manifestación comunitaria de
la eucaristía con gestos concretos, enseñar a sentarse más cerca
los unos de los otros por ejemplo. La verdad, todo esto es novedoso.
Habitualmente valoro mucho los gestos concretos de cercanía,
fraternidad. Ahora todo es más limitado. Por encima de todo, es la
celebración del misterio del amor. La flexibilidad mental, la
capacidad de adaptarte a lo nuevo, eso es lo importante.
Y mirando adelante,
el reto de cuidar todos que lo transitorio sea eso, provisional.
Frente a la tendencia de creyentes más conservadores, yo apuesto por
una Iglesia más misionera, más de vanguardia, más comunitaria.
Para eso, los gestos de saber sentarnos donde está la mayoría, el
ser expresivos para darnos la paz, son parte de eso. E incluso, algo
más importante, terminar de descubrir la presencia de un Dios
amoroso caminando junto a nosotros en los momentos más necesarios.
Nada que ver con esa creencia desafortunada de un Dios juez y
castigador, o esas supuestas visiones o mensajes apocalípticos, que
algunos creyentes se empeñan en difundir y que no comparto en
absoluto. Con todo mi corazón, con toda mi alma y todo mi ser,
pondré lo mejor de mí mismo para que cada celebración de la
eucaristía sea expresión viva del amor de Dios en tu vida y en la
mía, en la vida de la comunidad cristiana.
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Julio Roldán