Escucha, tú que lees esto:
Comienza el Adviento.
No es un año más, no es rutina.
En medio de guerras, de miedos, de cansancio,
en medio de este Jubileo de la esperanza que se acerca a su fin,
Dios te habla a ti y te dice:
“Despierta. Levántate. Yo vengo a tu encuentro”.
1. Sube a la montaña de la luz
Mira dentro de ti y mira el mundo:
tanta violencia, tanta división, tantas palabras que hieren…
Parece que la humanidad afila espadas y fabrica muros.
Y hoy el Señor te señala una montaña de luz
y te dice:
“Ven. Sube.
Deja ya de fabricar armas en tu corazón.
Convierte tus espadas en arados,
tus reproches en diálogo,
tu indiferencia en abrazo”.
Camina a la luz del Señor.
No te acostumbres a la oscuridad,
no digas “el mundo es así y no hay nada que hacer”.
Tú puedes ser un pequeño taller de paz,
un lugar donde las palabras no matan, sino que curan,
donde las miradas no condenan, sino que levantan.
2. Deja que suene el despertador de Dios
Hoy Dios te sacude suavemente el hombro y te dice:
“Ya es hora de despertarte del sueño.
La noche está avanzada, el día se acerca”.
Despierta de ese sueño que te hace vivir en piloto automático,
que te encierra en tus pantallas, en tus prisas, en tus rutinas.
Quítate el “pijama” del
“yo soy así”,
“no puedo cambiar”,
“es lo que hay”.
Y vístete de Cristo:
-
de su paciencia,
-
de su ternura,
-
de su mirada limpia,
-
de su corazón que nunca se cansa de esperar.
Cada mañana, al abrir los ojos, atrévete a decir:
“Jesús, hoy quiero vestirme de Ti.
Hoy no quiero vivir dormido;
hoy quiero vivir contigo, despierto, en esperanza”.
3. Prepárate para una visita sorpresa
El Señor viene.
No avisa con un mensaje al móvil,
no aparece en la agenda con una hora concreta.
Viene en lo cotidiano:
-
en la persona que te cuesta soportar,
-
en el pobre que esquivas,
-
en el familiar que necesita tu perdón,
-
en esa situación que no entiendes pero que te invita a confiar.
Hoy Jesús te dice:
“Estate en vela.
No vivas con los brazos cruzados.
Ten el corazón en modo ‘acogida’”.
Como quien espera una visita muy querida:
ordena la casa de tu alma,
barre el resentimiento,
abre ventanas a la esperanza,
enciende la luz de la fe.
4. Deja que la esperanza deje huella en ti
Este Jubileo de la esperanza no es un cartel bonito ni un lema vacío.
Es una llamada directa a tu corazón:
“¿Dónde está puesta tu esperanza de verdad?”
No la pongas en el dinero,
ni en la apariencia,
ni en que pase todo y se arregle solo.
Ponla en Cristo,
que viene, que está, que vendrá.
Deja que este tiempo deje marcas en tu vida:
-
un perdón que por fin te decides a dar,
-
una reconciliación largamente aplazada,
-
un paso real hacia los pobres y los solos,
-
un ratito fiel de oración, aunque sea pequeño.
No salgas igual de este Jubileo.
No cierres la puerta justo cuando Dios la está empujando para entrar.
5. Acepta tres pequeños desafíos
En este inicio de Adviento, la voz de Dios te susurra tres invitaciones:
-
Camina en su luz
-
Regálate un momento semanal para escuchar su Palabra:la misa del domingo vivida de verdad,o unos minutos con el Evangelio del día en silencio.
-
Despierta del sueño
-
Renuncia a algo que te adormece:tanta pantalla, tanta queja, tanta noticia que solo te envenena.
-
Llena ese espacio con un gesto de amor:una ayuda en casa, una llamada, una visita a alguien que está solo.
-
Vela con el corazón abierto
-
Cada noche pregúntate:
“¿Por dónde ha pasado hoy Jesús en mi día?”
-
Y da gracias por al menos dos signos de su presencia.
6. Enciende tu pequeña llama
Ahora comienza el Adviento.
El mundo sigue oscuro,
pero hoy, aquí, ahora,
el Señor te entrega una pequeña llama
y te dice:
“Enciende.
No guardes esta luz solo para ti.
Sé esperanza donde otros solo ven miedo.
Sé paz donde otros solo sienten rabia.
Sé ternura donde otros solo reciben dureza”.
Tú, sí, tú:
no eres poca cosa en las manos de Dios.
Eres capaz, con Él, de hacer el mundo un poco menos frío,
un poco menos oscuro.
Abre tu corazón.
Déjate despertar.
Ponte en camino.
¡Comienza el Adviento en la Iglesia…
y hoy comienza también el Adviento en tu corazón!
