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domingo, 7 de diciembre de 2025

Juan Bautista nos escribe ( En el segundo domingo de Adviento)

Yo, Juan,

el que grita en el desierto,
te escribo hoy a ti, que lees esta página.

Estamos en el segundo domingo de Adviento.
Y en la celebración de este día del Señor, 
quiero susurrarles con fuerza tres cosas al corazón.



1. No mires solo el tronco seco: Dios hace brotar un brote verde


Sé que en la vida,
se ven muchos troncos cortados:
diagnósticos duros, tratamientos que agotan,
miedos, noches en vela, lágrimas que no se ven.

A veces parece que la vida se ha quedado ahí:
como un árbol talado,
un tronco feo, seco, bajo, sin futuro.

Pero escucha:

Brotará un renuevo del tronco de Jesé” (Is 11,1).

Eso se lo digo hoy también a ustedes:
Dios hace brotar un brote verde donde tú solo ves final.

Allá donde vivas:
  • ese brote puede ser una paz nueva en medio del dolor,
  • una reconciliación que nace junto a una cama de hospital,
  • una fe que despierta precisamente en la enfermedad,
  • una fuerza inesperada para seguir cuidando, acompañando, sirviendo.

No te quedes mirando solo el tronco.
Mira bien…
a veces el brote es pequeño, casi invisible, pero está ahí.

Tú, quien lees ahora estas líneas:
aunque te sientas frágil y con cansancio,
Dios no ha terminado contigo.
En ti puede brotar una esperanza que sostenga a otros.

Tú, familia de quien sufre:
aunque estés agotado de esperar, de acompañar,
Dios puede hacer nacer en ti una paciencia nueva,
un amor más hondo.

Tú, profesional sanitario:
aunque vivas corriendo, sobrepasado,
el Señor puede hacer brotar en ti
una mirada distinta, más humana, más compasiva.
Eres muchas veces el rostro de la ternura de Dios junto a los enfermos.



2. Entren en el taller de la esperanza


Se lo digo con claridad:
no alimenten su corazón solo de malas noticias.
Ya hay suficiente sufrimiento, guerras, violencia, confusión en el mundo…
y también en los pasillos del hospital.

La Palabra de Dios que escuchan en la misa
es como un taller de reparación interior:
entran con el alma destrozada,
y Dios, poco a poco, va enderezando, limpiando, fortaleciendo.

Por eso les ruego:

  • Dejen que la Escritura os hable.
  • No la escuchen como algo “de otros tiempos”.
  • Hoy, aquí, en tu propia vida,
    esta Palabra es para ti.

Aunque estén llenos de cansancio, distracciones, preocupaciones...:
cada lectura, cada salmo, cada Evangelio
es una herramienta que Dios usa
para restaurar tu esperanza.

Si en este Jubileo de la esperanza que está terminando
no dejas que la Palabra te toque,
¿de dónde vas a sacar fuerzas?
  • Tú, que vives con el corazón en un puño,
  • tú, que te pasas el día con preocupaciones y agobios,
  • tú, que sientes soledad en tu vida…
entra en este taller, aunque sea con una frase muy pequeña:

“El Señor está cerca”.
“Él es mi pastor, nada me falta”.
“Ven, Señor Jesús”.

Repite esas palabras como quien aprieta fuerte una mano amiga.
Porque eso es: la mano de Dios sosteniéndote.



3. Dejen que empiecen las obras en la carretera del corazón



Yo he venido para esto:
para gritar:

“Preparen el camino del Señor” (Mt 3,3).

Tu corazón es como una carretera en obras.
Y en tu vida, esas obras se ven más:

  • baches de miedo,
  • curvas de impaciencia,
  • piedras de rencor,
  • túneles de tristeza.


No se asusten de las obras.
Asústense solo de esto:
dejarlo todo igual, sin cambiar nada.

La conversión no es solo para “gente mala”.
Es para todos:

  • para quien maldice todo,
  • para quien vive solo en la queja,
  • para quien  se ha endurecido por dentro,
  • para el creyente que viene a misa pero no deja que Dios toque nada.

Hoy se lo digo con cariño pero con fuerza:

No se conformen con palabras bonitas.
Mostren con gestos concretos
que el Señor está haciendo obras en su corazón”.

Aquí, en este instante, la conversión puede tener forma de:

  • un perdón pedido o concedido,
  • una reconciliación en la familia,
  • un “gracias” sincero a quien te cuida,
  • un “lo siento” por una dureza o una indiferencia,
  • un ratito de silencio entregado a Dios en lugar de tanto ruido interior.


Dejen que el Espíritu Santo sea el fuego que purifica,
no el fuego que destruye:

  • que queme el egoísmo,
  • que consuma la desesperanza,
  • que derrita la dureza del corazón.




Para terminar


Tú que estás leyendo o escuchando esta carta:

Eres un ser especial amado por Dios,
mirado con ternura,
llamado a la esperanza,
invitado a dejar que algo nuevo brote en ti.

Yo, Juan,
sigo gritando en sus desiertos, también en este hospital:

No perdáis la esperanza.
El Señor está cerca.
Él viene como un brote verde en medio del tronco seco.
Dejadle entrar en el taller de vuestro corazón.
Abrid la carretera para que pueda pasar”.

Que este segundo domingo de Adviento,
en medio de tu vida,
se convierta también en lugar de brotes verdes,
de corazones en obras
y de esperanza compartida.

Con voz fuerte y corazón amigo,

Juan, 
el que clama en el desierto
y hoy clama también en tu vida.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Una invitación para ti




Escucha, tú que lees esto:

Comienza el Adviento.
No es un año más, no es rutina.
En medio de guerras, de miedos, de cansancio,
en medio de este Jubileo de la esperanza que se acerca a su fin,
Dios te habla a ti y te dice:
Despierta. Levántate. Yo vengo a tu encuentro”.



1. Sube a la montaña de la luz


Mira dentro de ti y mira el mundo:
tanta violencia, tanta división, tantas palabras que hieren…
Parece que la humanidad afila espadas y fabrica muros.

Y hoy el Señor te señala una montaña de luz
y te dice:

Ven. Sube.
Deja ya de fabricar armas en tu corazón.
Convierte tus espadas en arados,
tus reproches en diálogo,
tu indiferencia en abrazo”.

Camina a la luz del Señor.
No te acostumbres a la oscuridad,
no digas “el mundo es así y no hay nada que hacer”.

Tú puedes ser un pequeño taller de paz,
un lugar donde las palabras no matan, sino que curan,
donde las miradas no condenan, sino que levantan.



2. Deja que suene el despertador de Dios


Hoy Dios te sacude suavemente el hombro y te dice:

Ya es hora de despertarte del sueño.
La noche está avanzada, el día se acerca”.

Despierta de ese sueño que te hace vivir en piloto automático,
que te encierra en tus pantallas, en tus prisas, en tus rutinas.

Quítate el “pijama” del

yo soy así”,
no puedo cambiar”,
es lo que hay”.

Y vístete de Cristo:

  • de su paciencia,
  • de su ternura,
  • de su mirada limpia,
  • de su corazón que nunca se cansa de esperar.


Cada mañana, al abrir los ojos, atrévete a decir:

Jesús, hoy quiero vestirme de Ti.
Hoy no quiero vivir dormido;
hoy quiero vivir contigo, despierto, en esperanza”.



3. Prepárate para una visita sorpresa


El Señor viene.
No avisa con un mensaje al móvil,
no aparece en la agenda con una hora concreta.

Viene en lo cotidiano:

  • en la persona que te cuesta soportar,
  • en el pobre que esquivas,
  • en el familiar que necesita tu perdón,
  • en esa situación que no entiendes pero que te invita a confiar.


Hoy Jesús te dice:

Estate en vela.
No vivas con los brazos cruzados.
Ten el corazón en modo ‘acogida’”.

Como quien espera una visita muy querida:
ordena la casa de tu alma,
barre el resentimiento,
abre ventanas a la esperanza,
enciende la luz de la fe.



4. Deja que la esperanza deje huella en ti


Este Jubileo de la esperanza no es un cartel bonito ni un lema vacío.
Es una llamada directa a tu corazón:

¿Dónde está puesta tu esperanza de verdad?

No la pongas en el dinero,
ni en la apariencia,
ni en que pase todo y se arregle solo.

Ponla en Cristo,
que viene, que está, que vendrá.

Deja que este tiempo deje marcas en tu vida:

  • un perdón que por fin te decides a dar,
  • una reconciliación largamente aplazada,
  • un paso real hacia los pobres y los solos,
  • un ratito fiel de oración, aunque sea pequeño.

No salgas igual de este Jubileo.
No cierres la puerta justo cuando Dios la está empujando para entrar.



5. Acepta tres pequeños desafíos


En este inicio de Adviento, la voz de Dios te susurra tres invitaciones:

  1. Camina en su luz
    • Regálate un momento semanal para escuchar su Palabra:
      la misa del domingo vivida de verdad,
      o unos minutos con el Evangelio del día en silencio.
  2. Despierta del sueño
    • Renuncia a algo que te adormece:
      tanta pantalla, tanta queja, tanta noticia que solo te envenena.
    • Llena ese espacio con un gesto de amor:
      una ayuda en casa, una llamada, una visita a alguien que está solo.
  3. Vela con el corazón abierto
    • Cada noche pregúntate:
      ¿Por dónde ha pasado hoy Jesús en mi día?
    • Y da gracias por al menos dos signos de su presencia.




6. Enciende tu pequeña llama


Ahora comienza el Adviento.
El mundo sigue oscuro,
pero hoy, aquí, ahora,
el Señor te entrega una pequeña llama
y te dice:

Enciende.
No guardes esta luz solo para ti.
Sé esperanza donde otros solo ven miedo.
Sé paz donde otros solo sienten rabia.
Sé ternura donde otros solo reciben dureza”.

Tú, sí, tú:
no eres poca cosa en las manos de Dios.
Eres capaz, con Él, de hacer el mundo un poco menos frío,
un poco menos oscuro.

Abre tu corazón.
Déjate despertar.
Ponte en camino.

¡Comienza el Adviento en la Iglesia…
y hoy comienza también el Adviento en tu corazón!